5 de abril de 2015. 22 Kms
Hoy también hemos madrugado. Nos hemos levantado a las 6:00 h. Nos hemos llevado al comedor todos nuestros trastos para no molestar en la habitación. Enseguida se han empezado a levantar los demás peregrinos. Probablemente todos hayan pensado lo mismo que nosotros, que somos más peregrinos que camas.
Salimos por el otro lado del frontón, siguiendo las flechas. Nada más salir comenzamos a bajar hasta la N-121-A y la cruzamos por un túnel, seguimos por una pista embarrada, como van a ser prácticamente la totalidad de esta etapa: barro, barro y más barro. Subimos hasta Zalditz, camino de Almandoz. La niebla es espesa y el amanecer nos sorprende en un bosque de hayas de ensueño. Las hadas están escondidas tras los árboles. En cualquier momento vamos a ver sus dulces rostros indicando el camino.
Llegamos a Almandoz y vemos la iglesia de San Pedro desde fuera. Hay un bar-restaurante. Cruzamos el pueblo y seguimos por la carretera antigua un tramo de unos 10 minutos. A la derecha salimos y volvemos a tener otra rampita, volvemos a salir a la carretera, la volvemos a dejar. Un paso canadiense y enseguida vemos La Venta de San Blas. Pasamos a darles a los dueños un recado de nuestro amigo Alex. La Venta era un antiguo hospital y albergue.
Subimos por una empinada senda hasta la N-120, la cruzamos y entramos en un hermoso bosque.Abrimos un nuevo portillo y volvemos a subir con unas cuantas «z»el monte Larrondo y el Arluz. ¡Qué maravilloso hayedo! El suelo lleno de hojarasca amortigua el sonido de nuestros pasos.
Comenzamos una bajada por una posible calzada romana. Dejamos el bosque y llegamos al puerto de Belate. Un paisaje de altura, sin apenas vegetación. Hace frío y mucho viento. Comenzamos a bajar y a la altura del río vemos el antiguo convento y la casa de los monjes de Santa María de Belate, construidos al pie del río Ultzama.
Continuamos por unas nuevas pistas, atravesando otros bosques, el de Loiketa y Mendiburu. Enseguida llegamos al pueblo de Lantz donde tenemos que esperar para pasar a que cruce una manada de caballos que bajan del monte.
Cruzamos el pueblo por la Calle de la Santa Cruz, donde está la posada. Vamos a buen ritmo y de momento no nos hemos cruzado con ningún peregrino.
Dejamos atrás la iglesia de los Santos Cornelio y Cipriano. Al entrar en Olagüe llamamos a Araceli, la hospitalera, que vive en el número 80 de la Calle Mayor. Nos acompaña su hijo hasta el albergue que está detrás de la iglesia. Hemos llegado los primeros. Subimos con él a la primera planta del edificio. El albergue es austero. Tiene un baño con tres duchas muy ajustadas, casi de tetris, un WC sin puerta y otro con puerta y un lavabo pequeño. Muy justo para las plazas que oferta el albergue. Tiene una cocina equipada, un salón, cuatro habitaciones (una con cuatro plazas, dos en literas y otras dos en camas, y dos lavabos; otra con 5 plazas, cuatro en literas y otra cama; y otras dos con cuatro plazas en literas) un balcón bastante grande muy soleado donde se va a secar la ropa a las mil maravillas. El albergue está bastante sucio. Hay barro por el suelo y el baño está muy sucio. Busco algo para limpiarlo un poco pero todas las botellas de lejía o detergentes están vacías. Como hay jabón para la vajilla, echo un poco en el cubo de fregar y mientras Ray va barriendo, yo voy fregando un poco y limpiando el baño antes de darnos una ducha. Aún no ha llegado ningún otro peregrino.
Cuando estamos colgando la ropa en el balcón llega Pablo, un peregrino de San Sebastián. Preparamos la comida y nos montamos el comedor en el balcón porque se está genial, hace solecito y se agradece un montón. Pablo es un tipo muy majo y es muy agradable compartir un rato con él porque irradia optimismo y siempre está sonriendo. Poco a poco comienzan a llegar peregrinos, algunos que ya conocemos y otros que es la primera vez que vemos: David y Jean Philippe, Fidel, Gerardo y Juan, (que han dejado en Berroeta a la chica con la que iban porque ayer tenía los pies hechos polvo), los tres catalanes, Eulalia, Simona y su chico que se conocieron en un Camino, y otros cuatro que han tenido mucho morro y se han «reservado» sitio entre ellos. … y así hasta llenar el albergue. Incluso el hospitalero ha tenido que subir un somier y un colchón que ha puesto en el salón. Parece mentira que en un Camino que no se considera de los más transitados haya tantos peregrinos.
Nos vamos arreglando todos y nos vamos al único bar que hay en el pueblo. Allí echamos un rato muy chulo entorno entorno a unas cervezas.
Necesitamos comprar algo para cenar. Estamos todos igual. Me acerco a la panadería-tienda que está prácticamente enfrente del bar. Sigue cerrada. Pero como tiene timbre, llamo. La dueña me recrimina un poco que es festivo pero en ningún lado pone que hoy no abre. El caso es que baja y me atiende. Al poco empiezan a venir peregrinos y tiene pan y lo imprescindible para todos. Volvemos al bar a terminarnos la cerveza y regresamos a cuentagotas al albergue. Algunos se quedan en el bar a cenar y otros nos vamos a preparar la cena al albergue. Preparamos la cena con Pablo, un poco de pasta con lo que tenemos por las mochilas. Sacamos el rico chorizo ibérico que viene con nosotros desde casa que nos lo vamos tomando a montaditos con la botella de vino que hemos comprado. Echamos un ratito de charla en el comedor y como a las 22:30 h nos vamos a dormir.
Esto se va acabando y ya nos empieza a entrar un poco de pena. Sólo nos queda la etapa de mañana. En Trinidad de Arre hemos quedado para volver en coche a Irún a por el nuestro que lo dejamos allí aparcado.
Al día siguiente…